De Frisco Bay al despacho de Cristina

Allá por los 80, uno de los grandes boliches de Mar del Plata era Frisco Bay. En el predio del Waterland, allá por la ruta 88, se levantaba esta disco que rápidamente se convirtió en uno de los lugares preferidos por los jóvenes marplatenses.
Numerosas grupos de rock pasaron por allí. Fueron memorables los recitales de Charly, de Los Twist, pero sin dudas, quien tenía predilección por ese lugar, ofreciendo allí show inolvdiables, era Miguel Abuelo. Con su grupo, "Los Abuelos de la Nada", donde ya descollaba el joven tecladista, Andrés Calamaro, siempre dio que hablar.
Pero los memoriosos también recuerdan a "Aime". Era el organizadores de las principales fiestas, el que "manejaba" Frisco.
"Aime" sigue manejando cosas importantes. Pasaron los años, se recibió del licenciado en Economía, se desempeñó en la esfera privada, también en el sector pùblico, y hoy aparece en todos los medios del país. ¿Quien es Aime?. Nada más y nada menos que Amado Boudou, titular de la Anses, de quien mucho se ha hablado en estos días a raíz de la estatización de las jubilaciones y la eliminación de las AFJP.
Según un perfil de Boudou -coleccionista de lapiceras, aficionado a la guitarra y soltero empedernido-publicado por el diario La Nación, "Aime", marplatense de 45 años, no tiene el perfil clásico de un militante de la causa de Néstor Kirchner y del campo "nacional y popular": se doctoró como economista en la universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos Argentinos (CEMA), bastión de la ortodoxia liberal, donde también cursó un posgrado.
El CEMA fue la cantera de los economistas "neoliberales" de la época de Carlos Menem, como Roque Fernández, ex ministro de Economía, Carlos Rodríguez, ex jefe de asesores de aquel ministro y Pedro Pou, ex presidente del Banco Central.
Pero eso fue en los denostados años 90. Si bien nació en Capital Federal, se crió en Mar del Plata, en cuya universidad se graduó como economista con diploma distinguido y promedio de 8,19. Sus amigos lo reconocen como un hombre sociable, extrovertido y simpático.
Suele amenizar reuniones sociales con una informal banda de rock , "un rejunte musical", que formó con su hermano, que toca el bajoo y Amado, la guitarra eléctrica.
Eso ocurrió en la última fiesta de fin de año en la Anses, donde Boudou fue el centro del show. En sus horas libres, se perfecciona con un profesor de música.
Le apasiona el fútbol , es simpatizante de Tigre, "como buen amigo de Sergio Massa", pero ya no juega, afectado por una vieja lesión en la columna. En cambio, practica tenis y golf. El deporte y la política le impusieron en los últimos días una dieta estricta para conservar su línea y su cuidado aspecto físico.
Aquel "Aime" fanático de Los Abuelos de la Nada, hoy es uno de los funcionarios con más llegada a la Presidenta de la Nación y trabaja por otros abuelos. Como en los 80, aunque desde otra función, está en el baile.

Vamos de paseo...

Los escuché atentamente, y cuando terminaron con sus intercambios de experiencias recordé lo que sucedía hace algunos años, por lo que no pude impedir que se me escapara un "ustedes no tienen idea lo que era viajar en la ruta con los pibes".

Pero vamos por parte, porque de lo contrario, los lectores de este blog no entenderán de qué hablo. Daniel, digamos que se llama Daniel (para ser sincero, se llama Daniel, para qué tanta vuelta!), rozando los 30 él, decía orgulloso a sus dos colegas, misma edad prácticamente -todos convertidos en padres en los últimos cinco años- que le había cambiado la vida el DVD portátil.

¿Cómo?

Sí, que la vida la había cambiado con el DVD portátil. Esto es que viajó a Buenos Aires sin que la bestia atada con el cinturón de seguridad en la asiento trasero -léase su hijo de cuatro añitos- haya abierto la boca en todo el periplo salvo para pedir pis a la altura de "Minotauro". El mocoso viajó "hipnotizado" con la última de Disney y ni se escuchó. Un santo, un angelito, viajando en el asiento trasero 400 kilómetros sin hacerse notar. No exagero si les digo que mis compañeros/as de laburo padres recientes, compran el DVD portátil antes que el placard. Y los felicito. Han logrado extirpar un problema que era histórico.

¡Lo que hubiese pagado por ese aparatito cuando viajé con mis tres salvajes hasta Mendoza teniendo ellos 8,4 y 2 añitos respectivamente!. Les hubiese alquilado todo Blockbuster, te aseguro. No señores, no teníamos DVD portátil. Esos eran viajes.

No teníamos DVD portátil pero si cojones. Porque había que tener cojones para hacer centenares de kilómetros con tus hijitos, jugando al "veo-veo", al descubrir figuras en las nubes o al apostar por el color que tendría el primer auto que vendrá de frente. ¡Ma que DVD portátil..!.

Es más, las costumbres pasan de generación en generación, por lo que en una oportunidad, violando todas las reglas pedagógicas, hice con el del medio lo mismo que treinta años antes había hecho mi viejo conmigo. El "nene" estaba insoportable, matándose con sus dos hermanos en el asiento trasero. "Vos me tocaste primero", aducía y lanzaba roscasos a diestra y siniestra encendiendo los llantos y gritos de sus brothers.

"Calmate o freno y te bajo", lo asuste en diez oportunidades en otros tantos kilómetros, mientras mi esposa tomaba mate y mirándome sin decir nada daba a entender algo así como "en este viaje, de estos salvajes te ocupas vos. Conmigo lidian 360 días al año. Estos cinco días son todo tuyos", me decía sin decirme. Pero volvamos al punto.

De cuarta a tercera, de ésta a segunda y luces intermitentes encendidas para detenerme en la banquina. "Bajá", ordené con la puerta abierta. No parpadeaba el guachón, mientras sus hermanos paraban de llorar. Para unos empezaba lo bueno y para él, la tragedia. Bah, eso creía yo. "Bajá carajo", ordené gritando.

El pibe se bajó. Puchereó. Si, puchereó, pero se la bancó. Me midió, estoy seguro, porque estos salvajitos ven abajo del agua, viven adelantados. Al toque se dio cuenta que no arrancaría dejándolo tirado al lado de la ruta. Pero me siguió el juego.

"¿Te vas a portar bien?", pregunté samarreándolo un poco.

Sólo movió la cabeza. Subió, y en no más de dos minutos todo había terminado.

Creo que mi viejo alcanzó a arrancar, conmigo abajo del auto, y hacer 60 o 70 metros . Tuvo más coraje que yo treinta y pico de años antes.

El viaje se reanudó con tranquilidad. El silencio fue total durante algunos kilómetros, aunque como lo sabrá cualquier padre, nada es eterno. A la media hora todo se había convertido en un caos nuevamente.

De haber tenido un DVD portátil, ahora que lo pienso, estoy seguro que hubiese recorrido el país en auto. Es más, ahí debe estar una de las claves del crecimiento del turismo interno, de la explosión de visitas a Tucumán, Salta, el Valle de la Luna o la Patagonia. Se lo deben al DVD portátil, a la calma en el asiento trasero. A la paz que supieron comprar en 12 cuotas con tarjeta estos padres jóvenes para quienes ahora sí, "el viajar es un placer"...