El pelotero en lugar de la sillita alta

A mi no me jodan. Me hicieron vivir en una época que estaba llena de trabas e inconvenientes. La época mediaval te diría. Con mi mujer e hijos ibamos a un restaurante y pedíamos una mesa para cinco. "Se portan bien o no hay postre", se les advertía a los salvajes ni bien se arribaba al restaurante donde los ubicabamos estratégicamente como para que recibieran sus correspondientes "mamporros" si se zarpaban, léase si el más grande le metía la cabeza en la salsa de los ravioles a la nena, o si por medir a ver quien tenía más o menos Coca Cola terminaban rodando vasos y botellas por el piso con el consiguiente show de las cabezas de las otras mesas girando hacia la nuestra.
A la hora del balance puedo señalar con orgullo que salvo en una oportunidad, los tres indios que hoy portan mi apellido, siempre se portaron civilizadamente a la hora de ir al restaurante. Aunque he visto escenas escalofriantes en algunos casos, con mocosos a los que practicamente "ataban", cual si fuesen matambres, en las "sillitas altas" para que todos pudiesen comer en paz.
Aclaraba que solo una vez los míos hicieron desastre. Fue en un restaurante de la calle Yrigoyen pero admito que fue mi culpa. Hacia 400 grados, llegamos en un Citroen 2CV que se movía a 40 kilómetros por hora, y prácticamente deshidratados, acalorados, ahogados, colorados, especialmente los dos varones, estaban "endiablados". Tiraban el pan, la manteca, los cuchillos, los cubiertos, los vasos y lo que encontraban a su paso. Sólo quería Coca y más Coca, por lo que, esta vez si, quedó de lado aquel axioma de una sola gaseosa por cabeza "y que te dure hasta el final".
¿A qué viene todo esto? ¿Por qué toda esta introducción y confesión? Paso a detallar. Anoche, en el trabajo, escuché a un compañero que hablaba por teléfono con su esposa.
"Si, bárbaro, pero averiguá si tiene pelotero", disparó antes de cortar.
Escuché pero mi hice el gil. Sin embargo, dos minutos después, el tipo empezó a hablar en voz alta en un claro pedido de ayuda e información. "Muero por unas tiritas de asado. ¿Alguien sabe donde puedo comer asado y que tengan pelotero?".
A ver, a ver...Me tildé en ese instante. Creí que pelotero era un nuevo plato. Ahora se le dice "fina base de hierbas" a un poco de lechuga por lo que tranquilamente podrían llamar "pelotero", digamos, a una buena provoleta.
Pero no, no.Este cristiano, carnívoro, quería un pelotero-pelotero. O sea, un lugar donde depositar a su adorable criatura mientras él se mandaba sin culpa alguna los riñoncitos, chinchus y tiritas. Es más, estuve averiguando y hoy todos, absolutamente todos los matrimonios jóvenes, con hijos, buscan restaurantes con "peloteros" o sectores dedicados al cuidado de los salvajitos. "Tienen televisores de plasma, todos los juegos que te imagines, y en algunos casos hasta maestras jardineas", me ilustraron, y me miraban como si yo fuese el abuelo de Heidi.
Juro que no me estaban jodiendo. Eran varios los recientes papas y mamas del laburo que hablaban con naturalidad de la situación. E incluso me informaron sobre la existencia de una revistita donde se consignan las características de cada "restó" con estos artilugios.
Es así. Ahora los mocosos van al pelotero, se comen dos papas fritas, y con suerte medio pancho, mientras papá y mamá cenan tranquilos. No está mal, no está mal, pero, que quiere que le diga, me quedo con aquella mesa donde los chicos sabían sentarse, comportarse, y comer civilizadamente. Aquellos días en que en las mesas de los restaurantes se veían familias dialogando y cenando, y hasta por ahí, tenías la suerte de que pasara una mujer, que había ocupado otra mesa cercana, y te felicitara por lo bien que se portaban tus pibes. Y vos te sentías orgulloso, hasta con ganas de comprarle otra Coca y un flan gigante con dulce de leche a los pequeños indios, domesticados por un rato sin necesidad de pelotero, plasmas y "seños".