De repente, como dicen ellos, "te cae la ficha". Te das cuenta de todo. Se te viene encima la película. Copa en mano, acabas de brindar, ya prometiste bajar de peso, trabajar menos, hacer más ejercicio, estar más tiempo con los tuyos, y ahora te encontras en la puerta de tu casa, con la bolsa de cohetes, petardos y "globos aerostáticos". Pero todo ha cambiado. En la esquina vuelan cañitas voladoras, más allá hay fuegos artificiales, los "rompeportones" retumban aca y allá, y pese a ese ruidoso infierno, estás en silencio. Ya no están tus hijos atrás, a tu espalda, peleando por prender esa cañita con tu ayuda, rogandote para que les des la cajita de "fosforitos", o siguiendote a cada paso haciendote sentir Rambo mientras desplegas toda tu artillería pirotécnica.
Ya no están mis hijos ahí. Hay una sobrina que me mira y el hijo de un vecino que corre por toda la vereda, excitado con tanto color y sonido. Pero descubro que mis hijos ya no están. El año no solo pasa en los calendarios. No vuelan los 365 días del año simplemente para que te vuelvas a juntar para cenar como si fuese la última vez y brindar por lo de siempre. Pasan los años para mi, y pasan para ellos.
Ayer, me parece que fue ayer, cuando comían enloquecidos y se desesperaban mirando el reloj, esperando las doce de la noche para "salir a tirar los cohetes".
Hacíamos pactos de silencio y nos robabámos los encendedores de la cocina que, inexorablemente, quedaban inutilizados. Y vibrábamos cuando el petardo explotaba dentro de la botella de Coca, o junto a la planta de la otra vecina, que esa noche no estaba en su casa. Nos mirábamos, sonreíamos e íbamos por más. "Temíamos" que volaran los coches estacionados en la cuadra, como en las películas, por nuestras explosiones.
Los busco con la mirada y ahora no los encuentro. Entro.
Alguien grita que se derrite el helado, que se calienta la sidra. Todo cambió en poco tiempo, comprendo.
El menor de mis hijos está "prendido" al celular, coordinando la salida con sus amigos, ayudadose también con el chat. Parece estar operando un "call center",
operando con sus amistades para determinar donde se van a encontrar y qué va llevar cada uno para tomar.
El del medio no está. El fin de año lo encuentra volando hacia Estados Unidos donde tocará su contrabajo durante tres meses en un crucero. En aquel año nuevo se dormía agotado, con olor a pólvora en sus dedos y sus rodillas "mugrientas". Ayer dormía a diez mil metros de altura en un American Airlines abrazado a su sueño musical, a sus temores, a su futuro...
La mayor, la que parecía una muñeca con ese vestidito escoces azul y blanco de Osh Kosh, con un lazo rosa en su cuidado peinado, hoy es una profesional recién recibida, con un novio con el que se encontrará en un rato en la playa. Ahora es él quien la llama muñeca. Viene una amiga a buscarla, la misma que alguna vez -¿cuándo fue?- me contó que el "Ratón Pérez" le había dejado un montón de plata debajo de la almohada. Y la película avanza en cámara rápida.
"Chau pa", te despide a la una y pico. "Chau pa", repite el otro antes de la "huida". Ya ni los tenés que llevar en el auto. Hacen lo mismo que hacías vos a esa edad. Quieren estar con su tribu.
Se te van, se te fueron, se están yendo. Es
la vida. Lo sabés, pero te cuesta entenderlo. El tiempo no se puede detener. La vida no es una foto. Los portaretratos desde los estantes de la biblioteca te devuelven imagenes congeladas, hermosas, únicas, es cierto, pero frías y lejanas.
En la madrugada, todavía se escucha allá a lo lejos, algún petardo, otra bomba de estruendo. En Alem hay miles de jóvenes poniendole vida a la madrugada. Ahí puede estar tu hijo, o en la playa cantando, o tomando una cerveza que pasa de mano en mano.
Van y vuelven al nido. En algún momento, dentro de muy poco, lo abandonarán definitivamente. Sentís un dolor difícil de explicar y contenés esa maldita lágrima que al final, te das por vencido, liberás.
El primer día del año me encuentra caminando por la costa. Mañana, dentro de tres, cuatro, cinco o diez "años nuevos", andaré, andarás, por ese mismo camino con un nieto de la mano. Te contará "lo bueno" que estuvieron los cohetes de anoche, te mirará desde ahí abajo con admiración, y
volverás a sentirte un super héroe, como aquella vez, en esta maravillosa e inexplicable rueda mágica de la vida.
Ya no están mis hijos ahí. Hay una sobrina que me mira y el hijo de un vecino que corre por toda la vereda, excitado con tanto color y sonido. Pero descubro que mis hijos ya no están. El año no solo pasa en los calendarios. No vuelan los 365 días del año simplemente para que te vuelvas a juntar para cenar como si fuese la última vez y brindar por lo de siempre. Pasan los años para mi, y pasan para ellos.
Ayer, me parece que fue ayer, cuando comían enloquecidos y se desesperaban mirando el reloj, esperando las doce de la noche para "salir a tirar los cohetes".
Hacíamos pactos de silencio y nos robabámos los encendedores de la cocina que, inexorablemente, quedaban inutilizados. Y vibrábamos cuando el petardo explotaba dentro de la botella de Coca, o junto a la planta de la otra vecina, que esa noche no estaba en su casa. Nos mirábamos, sonreíamos e íbamos por más. "Temíamos" que volaran los coches estacionados en la cuadra, como en las películas, por nuestras explosiones.
Los busco con la mirada y ahora no los encuentro. Entro.
Alguien grita que se derrite el helado, que se calienta la sidra. Todo cambió en poco tiempo, comprendo.
El menor de mis hijos está "prendido" al celular, coordinando la salida con sus amigos, ayudadose también con el chat. Parece estar operando un "call center",
operando con sus amistades para determinar donde se van a encontrar y qué va llevar cada uno para tomar.
El del medio no está. El fin de año lo encuentra volando hacia Estados Unidos donde tocará su contrabajo durante tres meses en un crucero. En aquel año nuevo se dormía agotado, con olor a pólvora en sus dedos y sus rodillas "mugrientas". Ayer dormía a diez mil metros de altura en un American Airlines abrazado a su sueño musical, a sus temores, a su futuro...
La mayor, la que parecía una muñeca con ese vestidito escoces azul y blanco de Osh Kosh, con un lazo rosa en su cuidado peinado, hoy es una profesional recién recibida, con un novio con el que se encontrará en un rato en la playa. Ahora es él quien la llama muñeca. Viene una amiga a buscarla, la misma que alguna vez -¿cuándo fue?- me contó que el "Ratón Pérez" le había dejado un montón de plata debajo de la almohada. Y la película avanza en cámara rápida.
"Chau pa", te despide a la una y pico. "Chau pa", repite el otro antes de la "huida". Ya ni los tenés que llevar en el auto. Hacen lo mismo que hacías vos a esa edad. Quieren estar con su tribu.
Se te van, se te fueron, se están yendo. Es
la vida. Lo sabés, pero te cuesta entenderlo. El tiempo no se puede detener. La vida no es una foto. Los portaretratos desde los estantes de la biblioteca te devuelven imagenes congeladas, hermosas, únicas, es cierto, pero frías y lejanas.
En la madrugada, todavía se escucha allá a lo lejos, algún petardo, otra bomba de estruendo. En Alem hay miles de jóvenes poniendole vida a la madrugada. Ahí puede estar tu hijo, o en la playa cantando, o tomando una cerveza que pasa de mano en mano.
Van y vuelven al nido. En algún momento, dentro de muy poco, lo abandonarán definitivamente. Sentís un dolor difícil de explicar y contenés esa maldita lágrima que al final, te das por vencido, liberás.
El primer día del año me encuentra caminando por la costa. Mañana, dentro de tres, cuatro, cinco o diez "años nuevos", andaré, andarás, por ese mismo camino con un nieto de la mano. Te contará "lo bueno" que estuvieron los cohetes de anoche, te mirará desde ahí abajo con admiración, y
volverás a sentirte un super héroe, como aquella vez, en esta maravillosa e inexplicable rueda mágica de la vida.
5 comentarios:
Que bueno y sentido lo suyo. Yo apenas tengo 33 años (que son un monton pero) y sin hijos aun.
De todas formas me llega muchisimo todo lo que escribe. Creo que lo describe tal cual pienso que debe ser. No sobra ni falta nada. Gracias por abrir su corazon y hacernos volar.
Te diò el viejazo!!!
Los hijos van haciendo su camino, y uno sigue el propio, primero ellos te siguen a vos y despuès terminaàs siguiendolos vos a ellos."Rueda màgica"...,no , mejor que sea un espiral, sino te quedàs siempre en el mismo lugar.
ME HICISTE LLORAR,Y NO PUEDO DEJAR DE HACERLO,ESTOY SENTADA ESCRIBIENDO ESTO Y LLORANDO PORQUE ES VERDAD LO Q DECIS,ELLOS CRECEN,COMO LO HICIMOS NOSOTROS,A NUESTROS PAPAS LES PASO LO MISMO AHORA NOS TOCA A NOSOTROS,QUIZA DIOS A MI ME DIO LA OPORTUNIDAD DE SENTIR ESTO MAS A DELANTE DE NUEVO,YA Q TENGO DOS PEQUES Q CON LOS MAYORES SE LLEVAN 17 Y 19.PERO BUE,ES ALGO LOGICO Y NaTURAL.PERO ES FELICIDAD TAMBIEN DE VERLOS SEGUROS E INDEPENDIENTES,Y A LA VEZ MIMOSOS PORQUE AL OTRO DIA ESTAN AHI TOMANDO MATE CON UNO.AYYY SON LAS BABAS DE UNA MAMA DISCULPEN.-CON CARIÑO MARCE-
Pero uno indudablemente tiene que pensar de manera positiva, tus recuerdos no son de alguien que no esta, por que hacerte la nostalgica? Vale la pena recordar lo bueno de la vida, si el tiempo pasa volando, por que perderlo en recordar lo hermoso negativamente? Las lagrimas pueden tener sabor dulce tambien ;)
nazareno, 26 años
Muy linda tu nota.Creo que lo que sentiste nos pasa a todos,pero la magia revive cuando tenès nietos y los disfrutas y ellos en esos momentos,(la navidad ,el año nuevo), te disfrutan a vos.
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